martes, 12 de noviembre de 2013

Pintura y poder



Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, más conocido como Diego Velázquez es el protagonista de una de las exposiciones del Museo Nacional Del Prado. La exposición se centra en la actividad de Velázquez como retratista real en los últimos once años de su vida.

Velázquez se fue a Italia donde realizó una serie de retratos de la corte papal. Al ver el éxito que estaba adquiriendo el rey Felipe IV hizo regresar al pintor a Madrid para que fuera el retratista real.

Sólo alguien con el poder que el rey tenía podía hacer volver a un pintor que estaba desarrollando una fructuosa carrera en una de las cunas de la cultura occidental.

Retrato de Felipe Próspero (1659)
Vía Ciudad de la Pintura
Tener en la corte a un pintor como Velazquez era una muestra viva de poder por parte de la realeza. En una época en la que no existían las cámaras poder hacer un retrato de alguien que perdurara y pudiera exponerse era un gran avance solo al alcance de unos pocos.

Una muestra muy clara de este poder es el retrato El Príncipe Felipe Próspero (1659). Cuando por fin, la corona española tenía un heredero al trono varón, toda la familia real quería ponerle cara al que pensaban que sería el futuro rey de España. El retrato del pequeño mostraba tanto a la familia como al pueblo al tan esperado heredero varón.

Además, el estilo de los retratos ayudaba a reforzar el poder de la familia real. Las ropas, los decorados, las poses e incluso las joyas mostraban el poder que los reyes de España tenían.

La exposición Velázquez y la familia de Felipe IV es una muestra más del poder que la pintura ha tenido a lo largo de toda la historia. Sólo quienes podían permitírselo económicamente podían tener un pintor para ellos, pero claro, el dinero siempre ha dado poder. 

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